domingo, 21 de noviembre de 2010

Te perdí !

Veía como pasaba el tiempo sin tu dulzura, sin tus caricias, sin esas palabras tiernas expresando el amor que me tenias, como las noches brillaban contigo y como los días se llenaban de mil colores, recuerdo que el caminar a tu lado era magnífico, cada paso sincronizado, jugando con tus pies, agarrados de la mano y maniobrando con los dedos entrelazados, abrazándose unos a otros apretando fuerte para no dejarse caer y así seguir en esta esplendida concordancia.

Me encantaba tanto esos momentos de pureza en el cual desnudo caminábamos la casa y nos encontrábamos irresistibles uno al otro, mientras que posaba mis labios en los tuyos y nos perdíamos en un fugaz beso de amor y pasión, nos ceñíamos cuerpo a cuerpo y nos cercábamos con los brazos como solo concentrándonos en nuestro encuentro natural con una barrera para que nadie interrumpiera este momento mágico.

Ahora desgarrando mis lamentos y arrepentido de mil decisiones, de tantas actitudes, de lo que por dentro ocultaba, vislumbro el monstruo en el que te he convertido por mis errores de niño, mis indecisiones y dudas, percibo a lo lejos tu rencor y tu odio, tus ganas inertes de amarme siguen muriendo, destiñendo sus colores, volviendo tu alma en escalas de grises al pensar en mi. Estoy arrepentido de millones de culpas que condenan mi espíritu y cada latido del corazón por dejar que me mates, que me extermines y mutiles de tus más dulces sentimientos, por permitir que me amputes de tus pensamientos y perecer en tus sentidos.


No me queda de otra, quizás deba dejarte ir y olvidar que alguna vez exististe en mi piel, desconocer que siempre fuiste la mujer que más ame y así también exiliarte de mis pensamientos para no sufrir más por un amor viviente que no recibe respuesta de su corazón receptor.

Poco a poco me tocara la ardua labor de dejarte de sentir, dejarte de recordar, dejarte de extrañar y desterrar de todo mi cuerpo tu sensación, tus dulces besos, tu aroma a lluvia, tus suaves caricias, tus delicadas miradas y tu sencillamente exquisito sabor a gloria.

Me dolerá tener que dejarte… ahora para siempre! 


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